La hoja de ruta hacia una economía verde

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El Pacto Verde Europeo, aprobado en la Eurocámara el pasado diciembre, representa la determinación de la Comisión Europea de convertir al Viejo Continente en la primera región neutra en carbono en 2050, con una primera escala en 2030, cuando las emisiones deberán haberse reducido un 55% respecto a 1990.

Pero más allá de la apuesta por el clima, este Pacto también significa aprovechar las oportunidades de creación de empleo y prosperidad en la industria europea y mejorar la calidad de vida de una población que respirará un aire más sano. En España, las disposiciones incluidas en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030) cuyo borrador fue remitido a Bruselas por el Gobierno, suponen implementar medidas que generarán entre 250.000 y 364.000 nuevos puestos de trabajo cada año.

Una Europa verde exige, no obstante, cambiar de arriba abajo el modelo económico, energético, de movilidad, etc., por otro más sostenible. Un desafío mayúsculo dados los tiempos y las inversiones, públicas y privadas, que se manejan. Y sobre todo, el cambio de mentalidad que implica y la filosofía con la que debe acometerse: la denominada Transición Justa, que supone no dejar a nadie atrás.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, lo tiene muy claro, la transformación, que no tiene precedentes, solo tendrá éxito si es justa y funciona para todos. Y se ha comprometido a apoyar a aquellas regiones y poblaciones que estén obligadas a hacer mayores esfuerzos. En esta línea, el Mecanismo para una Transición Justa va a contribuir con un paquete de ayuda financiera y práctica de como mínimo 100.000 millones de euros entre 2021 y 2027, dentro del Plan de Inversiones del Pacto Verde Europeo. Un plan que va a movilizar un billón de euros en la próxima década y a crear el marco propicio para facilitar y estimular las inversiones necesarias para la transición hacia una economía climáticamente neutra, ecológica, competitiva e inclusiva.

La hoja de ruta del Pacto Verde Europeo traza como metas: la descarbonización de la energía, cuya producción y uso representa más del 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE; la renovación de los edificios, a los que corresponde el 40 % del consumo energético; la ayuda para convertir a una industria que solo utiliza el 12% de materiales reciclados en líder mundial de la economía verde; y el despliegue de sistemas de transporte público y privado más limpios, baratos y sanos, ya que este significa el 25% de las emisiones.

Ha llegado el momento de ponerse manos a la obra, porque, como sostiene Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, “el coste de no hacer nada es mucho más alto que el de actuar.”